lunes, 24 de febrero de 2014

Las Adelfas

Si se desea embellecer un jardín, o el perímetro de una propiedad, de forma fácil, llamativa y relativamente rápida, nada mejor que utilizar adelfas. La adelfa (Nerium Oleander) es un arbusto bastante resistente a la sequía (cuando se halla plantado directamente en la tierra), al que puede darse incluso la forma de un árbol de porte pequeño a mediano. La planta original, que se cree nativa del área mediterránea o del suroeste asiático, presenta flores simples de color rosa pálido y se han desarrollado ya muchísimas variedades cultivadas, de flores dobles y colores que varían desde el blanco al fucsia intenso:


Todas las partes de la planta son tóxicas por lo cual no debe consumirse y, aunque una de sus denominaciones es “laurel de flor” o “rosa laurel”, sus hojas no han de ser utilizadas en la cocina ni en infusiones. No sólo es una planta de gran belleza, sino que, cuando florece de manera profusa, el aroma que desprende es sumamente agradable. La adelfa es bastante popular, justamente porque sobrevive en suelos pobres y los engalana relativamente rápido sin necesitar demasiados cuidados e incluso tolerando cierto grado de salinidad. Pero, ¿cómo garantizamos una floración exuberante para alcanzar el máximo atractivo de estas plantas? Lo primero es regarlas abundantemente durante la época de más calor, pues si carecen de agua tenderán a perder las hojas de la base, florecerán de forma escasa y serán más vulnerables a las pestes. Si se encuentran en una maceta, es primordial asentarlas sobre un platillo o base que retenga una cierta reserva del agua de riego para garantizar la humedad de la tierra. Lo segundo, aunque pueden sobrevivir en suelos pobres, es proporcionales fertilizante. Y lo tercero es la poda. ¿Cómo podamos una adelfa? La poda debe realizarse al final del verano, cuando el tiempo frío todavía no ha llegado (alrededor de septiembre/octubre en el hemisferio norte y marzo/abril en el hemisferio sur). Podemos cortarlas tan cerca de la base como deseemos si lo que tenemos es una planta vieja o que carece de una buena estructura. De este modo producirá brotes nuevos a los que podremos darles la forma deseada. Pero si se trata de una planta que queremos ver florecer generosamente, debemos podarla de tal forma que, al brotar de nuevo, produzca mayor cantidad de ramas, pues es en la punta de cada rama que producirá un racimo de flores. Para ello, habiendo decidido cuánto queremos truncar una rama, localizaremos el nudo más cercano a la longitud deseada y cortaremos 1 centímetro por encima de él. A su debido tiempo, tres nuevas ramas emergerán de dicho nudo, como puede verse en la siguiente imagen, y cada una se cargará de flores:


¿Cómo podemos propagar una adelfa? Si bien producen unos frutos alargados que al madurar se abren y liberan semillas, lo más normal en jardinería es reproducirlas por medio de esquejes siguiendo estos 4 pasos: 

1) Cortamos esquejes de unos 20 a 30 cm de longitud.


2) Quitamos las hojas y dejamos sólo las del nudo superior, que si exceden los 3 centímetros de longitud han de ser cortadas a esa longitud, aproximadamente, para prevenir la pérdida de agua. El corte inferior lo haremos justo debajo de un nudo:


3) Nos hacemos con un tiesto o botella plástica que cuente con aberturas de drenaje y un platillo que servirá para retener una pequeña cantidad del agua de riego. Rellenamos el contenedor con tierra, la humedecemos por completo y practicamos en ella agujeros con un palillo. Introducimos los esquejes en los agujeros, procurando que al menos 2 nudos de cada tallo queden bien enterrados; por allí enraizarán las nuevas plantas:


4) Cubrimos por encima con una bolsa plástica transparente que puede sostenerse con algún palillo largo inserto en la tierra previamente. Cuidaremos que la misma permanezca húmeda aunque sin regar los esquejes en exceso, para evitar que proliferen bacterias que los estropeen. El platillo nos servirá para saber si existe exceso o escasez de agua. Idealmente la tierra ha de estar húmeda y el platillo casi seco, aunque una pequeña reserva puede servir para garantizar la humedad de la tierra cuando estemos ausentes durante varios días:


La bolsa permite crear un pequeño invernadero que favorecerá que las nuevas plantas, sin raíces aún, absorban agua por las hojas. Colocaremos nuestro invernadero donde reciba abundante luz natural sin sol directo y retiraremos la bolsa de vez en cuando para observar el estado de los esquejes, eliminar hojas muertas y cerciorarnos de que no se esté formando moho por exceso de humedad. Quitaremos la bolsa de forma definitiva cuando veamos raíces emerger por las aberturas de drenaje del tiesto o contenedor plástico. A partir de ese momento, ya se podrán trasplantar las nuevas plantas al sitio deseado (Esta técnica puede utilizarse con muchas otras plantas). 

¡A plantar se ha dicho!